Unas palabras para quienes se interesan en participar e política partidaria.Escribo estas líneas a propósito de una entrevista que un medio local realizó a un joven de corta experiencia política que busca posicionarse desde su espacio. Y recibió múltiples comentarios en las redes sociales.
La política es el modo en que individuos y agrupaciones toman decisiones y operan sobre la vida en común. La política no es necesaria. Sucede, acontece, porque se gesta desde el accionar humano colectivo. Es inevitable, ineluctable, porque es el resultado y la acción de un conjunto de operaciones, no una cosa que se tiene o no. Hasta podría pensarse como propiedad emergente de un sistema de relaciones humanas. Las vecinales “hacen política”. También las iglesias, las escuelas, los funcionarios, los políticos, las instituciones de cualquier tipo. La expresión “está haciendo política”, utilizada para denostar ciertos accionares, si no viene acompañada de aclaraciones no dice nada más de lo que ya sabemos y casi casi es natural.
De esto se sigue que cualquier discurso que denigre la política está denigrando el accionar colectivo y sus consecuencias, por lo que también está prefiriendo evitar la política para resolver los problemas comunes. De allí no hace falta ser una luz para concluir que para evitar la política será necesario que alguien tome las decisiones en lugar de la respuesta colectiva. La conclusión no puede ser más interesante.
He elegido ser docente. La política está en el meollo del accionar escolar y en todo el sistema educativo. Las constituciones nacionales y provinciales son una propuesta política, las leyes, el sistema educativo y, de un modo especial, los planes de estudio, que cristalizan en un documento de aplicación la propuesta educativa del gobierno de turno. En cuanto a los directivos, el modo en que organizan la escuela, el trato con alumnos, familias y comunidad, el modo de gestión que propone a sus docentes, las decisiones cotidianas resolviendo problemas constituyen la política escolar. No los discursos. Estos suelen ser más ideológicos que políticos, es decir responden más a un ideario que se pretende estable e intenta una explicación de la realidad.
Por ello, pedir a un docente que no haga política es pedirle a un médico que no hable de salud. Esto no habilita al docente a imponer su ideología. No hace falta recordar la asimetría del vínculo entre docentes y alumnos, en los variados aspectos que esto incluye. Pero sí obliga al docente y a la escuela a “hacer pensar”, a poner en interjuego el sistema de valores y creencias de su hogar con los de su comunidad y con la sociedad en general[1]. Esto es una función indelegable de la escuela moderna.
La participación en política partidaria es otra cosa. Es la asunción de que un grupo de personas de ideología medianamente compatible a través de la puja de poderes puede proponerse para direccionar la política según sus convicciones, sus intereses o las convicciones e intereses de algún otro ente que considera de rango superior.
Muchos hemos alentado a nuestros alumnos a participar en política, —partidaria o no— hemos generado, sostenido o promovido centros de estudiantes, cooperativas escolares y agrupaciones de todo tipo. Es decir, a no ser ni sentirse ajenos o indiferentes a las decisiones colectivas. Y nos hemos sentido felices de su participación en partidos políticos, en cualquiera durante o posterior a su paso por la escuela.
Vemos con agrado que no solo desean cambiar el mundo (grande o chiquito) sino que tomen uno de los modos más contundentes de hacerlo, el de la participación política partidaria. Meterse en este juego implica aprender el poder del poder[2], el alcance y las limitaciones de la ideología, la puja con los partidos rivales y la puja por un lugar de decisión entre los propios. Las alianzas y desalianzas, la traición como evento y/o —en algunos casos— como cultura.
Un mundo apasionante y difícil en el que hay que bancar mucho e influir poco las más de las veces, pero que hace a la construcción política de la sociedad.
Sin embargo, (paso a un tono personal) pretender participar en política no te convierte automáticamente en un miserable. No es una condición necesaria para participar en política. Uno elige o no ser un miserable.
Cuando elegiste participar en política partidaria (casi) seguramente pensaste en que tu participación es buena porque hay mucho que cambiar. Cambiar un estado de cosas que legitima la corrupción, o el privilegio de quien ostenta un cargo o el curro de quienes pueden recibir ventajas por otorgar cierta licitación o la posición prebendaria de quien compra conciencias repartiendo dádivas. Cosas que la mayoría pensamos que deberían cambiar.
Bueno, nada de esto se puede cambiar siendo un miserable.
Sos un miserable si entre tus actividades principales está revolear pudrición en las redes sociales.
Sos un miserable si cuando te ponen un micrófono adelante todo lo que tenés que decir es cuánto se equivocan los demás.
Sos un miserable si te desvela la promoción de los propios a cualquier costo, más si promovés a un inepto o un corrupto y premiás a quien ha demostrado serlo a lo largo de su gestión.
Sos un miserable si denostás tus orígenes, tus espacios sociales, tu escuela, tu barrio, por reyertas partidarias.
Sos un miserable si te llenás la boca hablando de políticos ejemplares mientras tirás zancadillas a los que querés derribar.
Sos un miserable si enseñás a vivir porque tenés una posición privilegiada o la lente de una cámara enfrente. Y peor si nunca tuviste que rajarte el lomo laburando para otros.
Sos un miserable si privilegiás los negocios a la salud y la educación pública.
Sos un miserable si propiciás cárcel y garrote al necesitado y hacés la vista gorda con el garca que se la lleva toda en negro o el que gestiona puertos impunes.
Sos un miserable si tu discurso en defensa de los obreros, los pobres, las minorías contrasta con la opulencia de tu vida o el trono en que te sentás.
Sos un miserable si el insulto es tu forma de relacionarte con los que piensan distinto. Y te regodeás en la mordacidad en tus diatribas de redes sociales.
Y está visto que cualquier miserable puede acceder a cualquier cargo político, desde integrar una comisión de fomento hasta la presidencia. Y quedarse.
Si vas a elegir ser un miserable, por favor, no te dediques a la política. No hay más espacio ni queremos más de esos. Están codeándose todo el tiempo: algunos para hacerse lugar a costa de otros, los demás se codean celebrando sus rastreros triunfos personales, que son lo contrario de lo que intentaron promover cuando decidieron participar en política partidaria.
Pero ojo, que esto no significa que todos quienes se dedican a la política partidaria sean unos miserables. Muy por el contrario, tengo la alegría de conocer a personas íntegras, comprometidas con su causa entendiendo que su causa en definitiva son personas, comunidades. Militantes —de diferentes partidos— convencidos de que no hay futuro sin los otros, de que hay que ser dignos en lo grande y en lo chico.
Resumo: Si te dedicás a la política partidaria recordá que ser un miserable es una elección no una condición. Si no, estás a tiempo de retirarte por el bien común que pregonás.
[1] Un ejemplo un tanto extremo puede iluminar. En un hogar de ambiente aislado, semirrural, el padre prostituye a su hija prestando servicios sexuales a sus compañeros de trabajo por dinero. La hija crece con esta normalidad. En la escuela comprende que esta “normalidad” no es tan normal al contrastar su vida y su cotidianidad con la de otras compañeras y con las reflexiones generadas en clases de ESI o en charlas con docentes.
[2] No me maten, quise decirlo en pocas palabras.
ETERNO RETORNO
Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.
viernes, 29 de marzo de 2024
De cómo participar en política partidaria y no ser un miserable
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Villa Constitución, Santa Fe, Argentina
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Me gusta volver a leer una entrada tuya, en que incluís conceptos tan interesantes.
ResponderBorrarLa política como algo inevitable, que se da entre la sociedad.
Curiosamente la acusación de hacer política parte de quienes han elegido hacerla, incluso en forma partidaria. Lo que implica la no tolerancia a la rebelión a las injusticias, el acusar a quienes cuestionan.
Ser miserable no es algo deseable en quienes ejercen la política partidaria.
Muy interesante. Saludos.
Gracias, estimado Demiurgo!
ResponderBorrarCreo que publiqué sin querer sin hacer algunas revisiones. Por eso hice luego algunos cambios luego.
Voy a ver si puedo arrancar despacito.
Fuerte abrazo y gracias por comentar!
Desde hace mucho se viene denostando el accionar político como algo indigno. Coincido. y eso es una gran falacia. La política en su sentido más genuino y amplio es la forma de participar y gestionar en función de una escala de valores en los que se promueve el bien común. Toda actividad que se desarrolle en sociedad es política, por lo que ser parte, opinar, proponer, debatir, es un ejercicio que debe incentivarse en todo momento, creo yo, pero sobre todo desde la educación. Ahí debería ser parte de la acción cotidiana. Expresarse y escuchar al otro con respeto se aprende desde los inicios, cuando el individuo se va formando como ser colectivo, por lo que la escuela debe incentivar ese concepto de hacer política entre todos en función del interes colectivo. Nada tiene que ver eso con el adoctrinamiento. En eso también estamos de acuerdo. Como también lo estamos em lo de ser miserables. Eso tiene que ver con la calidad de las personas más allá de la actividad en la que se embarcan. De ahi la importancia de ser exigente con la cohrencia y valores que se toleran y acepten en los lideres que se construyen. En fin. Muy interesante el tema. Un abrazo
ResponderBorrarClaro que sí, Neo! Tema que da para tanto... aproveché un comentario para intentar ir reactivando esto.
ResponderBorrarGracias!
Es interesante cómo abordas la participación o la ética en la política, también la oratoria.
ResponderBorrarUn gusto leerte. Un abrazo
Gracias, espero poder estar más seguido en este querido mundo!
BorrarSaludos!