ETERNO RETORNO

Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.

sábado, 26 de junio de 2021

Logo erróneo del Mercosur

Este es mi texto del tercer día del Mundial de Escritura.
La consigna era: narrar la derrota más grande que hemos tenido.

Soy un experto en derrotas propias. Pero no en narrarlas.
Vamos, no me vengan a decir que a ustedes les resulta sencillo andar contando con florida literatura las desventuras propias, dejemos eso para un caballero de triste figura, que bien lo hizo, o para otros que bien lo hacen. En cuanto a mí, puede verificarse que soy un hombre de alto rendimiento, me he rendido muchas veces en las más diversas circunstancias.
Sin extenderme en fatua retórica y a pedido de los lectores y, sobre todo, de mi exigente conciencia paso a narrar la cronología difusa de un hecho o una sucesión de los mismos relativos al título de este escrito.
No me pidan precisiones de nombres y fechas, no porque no los tenga. Pueden los atentos lectores tipear en su navegador preferido los acontecimientos, objetos, entidades y personalidades que se refieren aquí. Por mi parte deseo mantener este texto ajeno a tanta gente que se ofende por ofensas que no le han hecho, tal la característica de estos tiempos.

Unos años atrás, en ocasión de una de las innumerables reuniones que dieron origen al Mercosur (Mercado Común del Sur, para los inadvertidos) se decidió organizar un concurso para definir su logotipo, iniciativa común para este tipo de entidades que intenta fijar una identidad antes de tenerla, si me explico.
El concurso se difundió como se difunden estas cosas, entre expertos y reconocidos artistas y diseñadores y, como corresponde al parecer, no llegó a conocimiento de los geniales muralistas urbanos o ignotos pintores del interior y menos a las escuelas. Como soy un tipo curioso y de no pocas amistades tomé conocimiento del mismo en un asado con amigos. Uno de ellos trabajaba –si corresponde el término– como lacayo de un diputado nacional de estos rincones del país. Mencionó el tema y ahí nomás salté como leche hervida: ¡quiero participar! Me explicó las dificultades concernientes a la participación de un certamen de tan alto nivel y trató de evadir el compromiso de contactarme con algún funcionario que lo facilitara. Pero soy tenaz, duro como turrón de oferta, y conseguí mi propósito.

Con el formulario en mis manos a pocos días del cierre del concurso traté de inspirarme. Todo me parecía muy obvio: un contorno de los países participantes, una geometrización, algo figurativo pero no tanto. Me emborraché por las dudas de que en un sopor me llegue la revelación. Remezclé las iniciales, jugué con danzas y trajes típicos, forcé elementos comunes en la cultura, tambores o bombos, pájaros, árboles autóctonos, pobreza, sometimiento, nada me resultaba inspirador. Hice varios borradores. No creía que pasasen una primera selección. Al filo de la fecha subí a la terraza de mi departamento, durante un apagón general. Pensé que el apagón sería un buen símbolo, pero se reirían de mí al recibir un logo de negro sobre negro. Cuando mis ojos se acomodaron a la oscuridad cayó entero el cielo sobre mí y no pude evitar estremecerme, el espectáculo era sobrecogedor, me sentía cada vez más pequeño. Una vez repuesto busqué las Tres Marías y ahí estaban, fulgentes, como si hubieran emergido del Paraná, siguiendo su línea encontré a Sirio y más al sur Canopus, las dos estrellas más brillantes del cielo. Caí en la cuenta que el cielo del Sur es muchísimo más bello que el del Norte, están las constelaciones más brillantes y hermosas y debo decir que sentí un poquito de pena por los grandes del mundo. Me pregunté dónde estará la Cruz del Sur, que no la veía. Como no soy un experto estuve a punto de confundirme con otras disposiciones de estrellas similares, pero menos elegantes y bien definidas que la verdadera. Me llevó unos segundos encontrarla sobre el horizonte, parcialmente oculta por unas casas y árboles. Y me llegó la iluminación. El logo debía ser la Cruz del Sur como la vi, con el crucero mayor casi vertical sobre un terreno, porque el Mercosur es terreno. El terreno debía ser algo indefinido, ni montaña ni playa, ni siquiera las Cataratas del Iguazú, que me tentaron enseguida. Bajé a mi mesa, dibujé las cuatro estrellas de la Cruz y debajo una curva, un terreno indefinido. Me pareció genial.

No lo mostré a nadie, cumplí los requisitos de participación y lo envié al jurado. Varias semanas después se publicó el logo ganador. ¡Era exactamente igual al mío! Bueno, con una diferencia. El crucero menor estaba más cerca del extremo superior del largo, en mi logo era más cercano al extremo inferior. Me calenté y decidí apelar. Se preguntarán por qué apelar. Sencillamente porque ante diseños similares, prácticamente iguales, el mío reflejaba más fielmente lo que se observa en el cielo.
Mi amigo, el lacayo del legislador, consiguió —no sin recibir duras amenazas de quien suscribe—  una entrevista con éste. No era un legislador cualquiera, casi mano derecha del ejecutivo. Por supuesto, me preparé investigando un poco sobre astronomía y, confieso, algo de astrología –para que ningún charlatán me agarre de sorpresa– para la entrevista.
Le expliqué que aceptar ese logo era claudicar horriblemente, resignar el germen primario del Mercosur, esa pretensión de mirar el mundo desde nuestro punto de vista sureño y dejar de lado la eterna elección de la dependencia. Que, como dijo Guillermo Magrassi en una entrevista alguna vez: “Depender es conocer mucho del otro y nada de mí mismo y de lo que de mí mismo sé, es lo que el otro dice que soy”. Insistí en que en ningún lugar del Mercosur la Cruz del Sur se ve así como en el logo que hoy es oficial, paradita como la de Jesús sobre el Gólgota. Bueno, aquí flotando como aquella. Ninguno, eh, atenti.
El diputado miró a su asistente —mi amigo—, carraspeó, volvió a mirar a su asistente, esta vez con un odio indecible por la idiotez de traerle semejante fanático a interpelarlo en su despacho, volvió a carraspear, hizo correr su mano por el bordillo interno del saco y al voltear la vista sobre el escritorio se detuvo sobre el logo y respondió: –Qué interesante, sería una cruz invertida. Lo voy a plantear, lo llamamos luego.
Supe que me estaba despidiendo. Antes de salir, como aferrándome a la última posibilidad de vida, solté apenas levantando la voz: -¿Sabe desde dónde puede verse la Cruz del Sur como en el logo ganador? Desde la Ciudad de México. Y si me apuran, desde Miami. ¿No le sugiere nada? Le ruego lo comunique a la presidencia, no puede quedar así.
La amplia sonrisa del tipo me dijo todo luego del consabido juego de carraspeos y miradas nerviosas. Entonces me retiré en silencio.

Unos días después me llegó una carta del mismísimo ejecutivo nacional. Agradecía mi servicio y dedicación puestos en la tarea. Que no podía oponerse o reclamar en la cumbre del Mercosur lo dispuesto por un grupo de expertos seleccionados por lo más selecto de la cultura de nuestros países. Que, casi confidencialmente, a todos encantó la multiplicidad de simbolismos del logo oficial. Y que invertir la cruz hubiese generado una turbamulta de opiniones de fanáticos religiosos convencidos de que un signo satanista había logrado colarse en lo más alto del gobierno de nuestra región. Y muchos blablablases más.

Como ya dije, mi vida ha sido una rica y variada colección de derrotas. Esta, la más humillante. Por más que hayan pasado carradas de años no puedo quitarme de encima esta derrota colectiva, simbólica, pero derrota al fin. Más dura que cualquier derrota deportiva o amorosa. O que cualquier otra diría, si no hubiera vivido en este sufrido país. Porque en los símbolos nos decimos, nos definimos, nos reflejamos y —por convalidar una torpeza— la misma declaración de hermandad y de identidad ante el mundo de nuestros países lleva consigo su propia derrota.
Ah, también porque perdí a mi amigo, después de la bravata con su jefe. Y porque por esa manga de burros con poder no gané un cuantioso premio que merecía.

Logo oficial del Mercosur

Mi logo

12 comentarios:

  1. Ficción o realidad, es una buena historia para contar.
    Si es un fracaso no es por culpa propia sino por decisiones ajenas.
    Bien cumplida la consigna.
    Saludos.

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    1. Entre la consigna y el aborrecimiento que tengo por ese logo, zafé con la consigna del día.
      Abrazo

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  2. Un texto que recoge una trayectoria vital, sobre todo del Mercasur. Bien hilado.

    Un abrazo, y por los comercios libres. Un abrazo y a por esos otros textos diarios

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  3. Un texto GENIAL. De veras. Ameno y divertido. Concuerdo. Tu logo hubiera sido mucho más representativo.
    =)

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    1. Jajajja, es probable. Gracias!
      La versión oscura con estrellas claras también existe. Fijate por la web.
      Ya ando girando la cruz...

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  4. P.d
    yo lo hubiera girado unos 40 grados hacia la derecha

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  5. ...y hubiera puesto un fondo más oscuro con las estrellas claras

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  6. Hola Oso, me agrado mucho tu historia,
    sinceramente que si,pase de casualidad
    y si me lo permites, seguiré tu blog.

    Besitos dulces

    Siby

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    1. Hola Siby. Gracias por pasar. Lo tengo un poco abandonado al blog, pero con ganas de reactivarlo.
      Ya pasaré por el tuyo.
      Saludos

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  7. Qué hermoso ver que no me pasa sólo a mí.
    Hay una publicidad, que no se si es de la Conmebol o de Mastercard patrocinando la Copa América. Prestá atención que tienen un cielo estrellado que pasa a gran velocidad (como si en tres segundos viéramos el movimiento de 3 hs), y se ve muy claro a Orión... de pie, como lo vería un griego o un sueco.
    Esas cosas indignan.

    No tengo dudas que el cielo Sur es más hermoso (aunque el del Norte lo vi en vivo una sola vez). Tuvimos un único problema: el franchute Nicolás Louis de Lacaille. Que habrá sido buen observador pero el peor eligiendo nombres ¿¿a qué alma tan poco poética se le pudo ocurrir ponerle "bomba neumática", "mesa", "regla" o la "retícula??

    Abrazo de pongan a Angelito Correa

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    1. Uy, voy a buscarla! No presté atención. Me encantan esos detalles, que en el fondo no lo son tanto.
      El francesito ponía nombres en el cielo de lo que se maravillaba en su época, creo. Tal vez el romanticismo se le fue al carajo junto con alguna mina y por eso escrutaba los cielos!
      Abrazo de poco pero bien el pibe!!

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