Se me acercó, como quien mira vidrieras sin ver nada más que colores y formas. Precisamente yo hacía lo mismo sin pensar en nada, dejando correr el tiempo. La presión laboral me impulsó a poner en blanco mi mente. En la ciudad no hay arroyitos cristalinos, sauces arrepentidos ni espléndidos atardeceres que a uno lo rediman. Las vidrieras. Un modo fácil y frágil de intentar poner la mente en blanco.
Rozó mi portafolios, como esa brisa que apura subrepticiamente volándonos el sombrero. Disculpe, creo que dije, y en lugar de mirar de quién se trataba, levanté mis ojos para buscar su imagen en la vidriera. En el cambalache de cachivaches, lásers chinos y pantallas que prometían sensuales caribes no alcancé a distinguir figura humana alguna. Así que me volví para mostrarme gentil con quien había coincidido en sutil colisión.
Se detuvo y me miró a los ojos, como quien sabe lo que sucederá o lo intuye. O como si le hubiera sucedido tantas veces -a lo Sísifo rodándole la piedra- y fuera inevitable lo siguiente.
Era una mujer contundente, como una granizada violenta, con piernas demasiado largas y una indefinible melancolía en la expresión.
¿Te hice mal?, susurró, como liberando las sílabas de un encierro secular. Y yo, que ya estaba turbado, me incomodé más, sentí que me acorralaba y que sus ojos asaeteaban mis cansadas ojeras y no tuve más remedio que responder, entre gracioso y ridículo: al contrario, me hiciste bien.
Se quedó a mi lado, como esperando que empiece a caminar para ponerse a mi lado. Levanté un pie, pero trastabillé apenitas aún azorado, aunque enseguida me recompuse y empecé a caminar. Y ella conmigo.
Mientras trataba de conversar amable, como si mis ojos fueran esos pequeños leds de computadoras que indican febril procesamiento, pasaban por mi mente mis amores truncos, la despedida de Amalia, que no me quería más, el perro que me espera en el balcón y las fumatas de mi padre en el patio.
De cuando en cuando relojeaba las vidrieras, como cajero que desconfía de un billete grande para mirar su imagen, es que no me animaba a contemplarla en su estupenda figura. Pero los maniquíes, las licuadoras y las ofertas no me devolvían su silueta.
Tomé coraje, como quien no tiene más remedio que enfrentar una jauría en un callejón sin salida, y le pedí que se detuviera simulando estar interesado en el vestidor con espejo de una mueblería bien iluminada. Nos paramos enfrente, como para bromear en mi tonto estilo qué tan armónicos estábamos para pareja. Solo devolvió mi ridícula imagen sacando el codo como para colgar paraguas.
Creo que enloquecí, como si se hubiera deshecho un hormiguero dentro mío. No puedo decir mucho más. A la tardecita, cuando el sol ya está cansado, salgo a mirar vidrieras -hago caso omiso a las burlas de los muchachos y las sospechas de las comadronas- y me detengo en la mueblería, porque sé que algún día volverá esa malévola mujer a tomarse de mi brazo y caminar a algún averno que no sea el de mi mente, o a un paraíso que se parezca al que mis ojos contemplaron.
Más y mucho más interesantes relatos basados en Criaturas malignas en ¿Y qué te cuento?
el blog de Juan Carlos Celorio
ETERNO RETORNO
Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.
miércoles, 31 de octubre de 2018
Mirando vidrieras, como...
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Culis Mundi,
Villa Constitución, Santa Fe, Argentina
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Espectacular. El personaje se mostró intimidado ante esa mujer tan llamativa, tan alta, que se mostró amable con él. Y asustado ante el hecho de que esa mujer no se reflejaba en los espejos.
ResponderBorrarPara pasar a buscarla, con el deseo de encontrarla, sea lo que le suceda.
Que buena historia.
Saludos.
Gracias. A lo mejor no da exactamente con el modelo solicitado, pero bueno. No deja de intentar ser una historia inquietante.
BorrarAbrazo
Un cuento genial. No tengo mejores palabras para definirlo.
ResponderBorrarHe disfrutado mucho leyéndolo y me ha divertido. Literatura...
Saludos
Gracias, Maite! Si funciono así, cumplió su cometido.
BorrarBesos
Buenas noches , un relato lleno de suspense , y sobre todo intriga por saber quién será esa mujer de piernas largas y bella figura ..
ResponderBorrarUn abrazo .
Gracias, Campi.
BorrarBesos
Un misterio que quedó pendiendo de las vidrieras, y de su deseo de volver a escudriñar y sentir de cerca, aquella esbelta figura…
ResponderBorrarMuy bueno, querido amigo. Un placer leerte.
Un abrazo grande, y feliz noche.
Gracias, Ginebra! Que sea misterio, entonces.
BorrarBesos
Me ha gustado mucho. El caso es que no te asustó mucho, no era mala compañía...
ResponderBorrar¿Qué pasaría si volviera? Es una curiosidad. No creo que ella fuera la muerte.
Un beso!
En efecto no era para nada mala compañía. Tal vez el relato quedó fuera de lugar en la propuesta, pero fue lo único que me salió, jaja.
BorrarSi volviera... Quién sabe. Será o no otro relato.
Besos
Como para volver y buscarla y quizás, pase la mirada de la vidriera a ella y a ver qué pasa.
ResponderBorrarMe encantó, Oso, como siempre
Un beso
Y sí, es comprensible que vuelva y que se ponga un poco chiflado.
BorrarGracias, besos!
Me han gustado las definiciones.
ResponderBorrarAbrazo definido.
Abrazo definido y gracias!
BorrarHola, Oso
ResponderBorrarUn relato con destellos esquizofrénicos, o la mujer de piernas largas será una valquiria anunciado la muerte, o una sucubus que desea su compañía. Da para muchas interpretaciones, estas son las mías. En todo caso, me ha encantado la ambientación de paranoia con tu protagonista.
Abrazo!
Grcias, Yessy, lo dejé abierto para que quien leyera genere su propia interpretación.
BorrarBesos
Como un espejismo... que, a pesar de la locura, se desea sea realidad. Me ha encantado todo tu texto, la prosa, los juegos de palabras...m las comparaciones... y ese estallido de colores que me imagino como un gran almacén chino.
ResponderBorrarUn gusto haberte leído. Un beso.
Gracias, Magade.
BorrarBesos
Lo acobardo la falta de reflejo, y por eso ella desapareció. No sabremos como le hubiese ido al protagonista de seguir en esa aventura inesperada, sin reaccionar. Tal vez terminaría el mismo siendo una criatura sin reflejo, saliendo a cazar incautos por la noche... o tal vez no. Vaya uno a saber! Muy buen relato, lo disfruté mucho. Un abrazo
ResponderBorrarGracias, parece que no tuvo precisamente reflejos el muchacho...
BorrarBesos
Una buena historia que resultó interesante, pero cuidado no sea cosa que regrese y resulte una bella vampira de esas que no se reflejan y te cambie de mundo.
ResponderBorrarmariarosa
Uh, es cierto, suelen suceder esos desatinos... Soy testigo (de mi mismo)
BorrarBesos
Es un relato fiel a lo que se refleja en el vidrio, dice pero no del todo, y nos quedamos con la duda.
ResponderBorrarTiene algo de lo aterrador de los espejos borgianos, y por eso cumple con lo solicitado por el grupo de los jueves, pero me acordé de "Manuscrito hallado en un bolsillo" de don Julio, y me lo leva más para una situación de rutina urbana y sus desencuentros tangueros.
Me atrapó.
Abrazo de ahora a ponerle garra a este nueva etapa
Tuve la intención de que transcurra en eso de rutina urbana, donde parece que la magia está ausente. Pero se me fue, jajaj
BorrarA arrancar (no en cero) capitalizando los pibes.
Abrazo
Muy entretenida esta historia urbana (me encantan los relatos urbanos), que deja ese final tan abierto como queda la mente del protagonista, que sueña con ella.
ResponderBorrarUn abrazo y gracias por participar.
Gracias, Juan, por tu comentario.
BorrarMuy buena convocatoria.
Abrazo
Me encantó!!!La imaginación suele jugar malas pasadas, pero en el caso del protagonista no me parece que haya sido tan mala del todo jeje. Al menos le quedó la ilusión de un futuro encuentro con ese ... espectro?
ResponderBorrarAbrazobeso querido Oso, muy bueno su relato como siempre.
REM
Hola.
ResponderBorrarTe aviso que soy anfitrión del jueves de relatos de esta semana. Mejor dicho, Mara Laira es la anfitriona. Estás invitado, si la inspiraciín te es propicia. O como lector de los relatos que se escriban.
Saludos