ETERNO RETORNO

Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.

martes, 25 de enero de 2022

Manos de niño, desierto, muralla, caída

Consigna del Mundial de Escritura: es 1874.
Están en una ciudad aislada en el desierto,
rodeada por muros que protegen a los habitantes
de leones y leopardos que la acechan. A veces, se cuelan las hienas
y atacan a los enfermos. Un chico les muestra las manos.


Soles con soles se eclipsan,
arena con arena se cubre,
no hay pesar ni pena en el desierto.
Hay horizonte borroso,
fatigoso respirar,
inevitable transcurrir.
Un día de tantos días
se alza en el fondo una muralla,
piedra que emerge, amalgama
de luna con arena.

Es Asuán o Abu Simbel
acaso importa medir la Tierra
o rendirse ante Ramsés
si el muro es tan endeble
que se cuela arena, hiena,
víbora cornuda y toda peste
que reclame refugio en la andadera.

A su sombra,
tras un portal maltrecho,
los ojos de un pequeño
recuerdan al viajero algún oasis,
no imploran, parecen ofrecer
el recuerdo de lo que llaman vida.

Sus manos ya gastadas
—con huellas de soga,
de basto mango de azada—
remedan mapas de tribus,
de pozos, de fuentes del Nilo,
trazados de Eratóstenes,
paso regular de camello,
aljibe con fondo iluminado,
anguloso gnomon de Alejandría,
asombro de Ptolomeo, el tercero.

La tierra que las cubre y las contiene
es ocre reflejo de la otra,
la mayor, esa que gira
negando primaveras al desierto,
soleando por mitades
las ciudades, las aves y espejismos,
y se hinca al ingenio de aquel
sabio que le puso cota.

Y sus dedos señalan los descansos
permitidos al rendido peregrino,
se cierran en gesto de vasija,
endeble muro confinando aire
reseco cual peñascos pardos,
promesa de agua fresca y dátil.

Queda poco, tras Gundat
caerán a plomo las verdades,
lo poco que no troque en osamenta
parirá siglos de arenario
en ese día las manos del pequeño,
la tierra que la cubre,
las medidas,
los camellos,
las murallas,
serán el tiempo que fluye hacia la sima
y cayendo arremolina,
hunde las fronteras
del vacío que se hace entre cristales
y el nadir que a todos nos espera.

10 comentarios:

  1. Los versos cumplen muy bien con la consigna.
    Saludos.

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  2. Tenía que ser muy dificil vivir en esa zona desértica, y por supuesto, esas manos de niño trabajador darían constancia

    Un abrazo

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    1. El destino en las manos de un niño. Saludos y gracias!

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  3. Haber metido al gran Eratóstenes en el poema, y en ese paisaje que es el suyo, donde tuvo la gran idea, merece ya el primer premio.
    ¡que cierren el Mundial! ¡Ya tenemos al ganador!

    Abrazos de qué le vamo a hacer

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  4. Eratóstenes, un amigo de esos que no deberían faltar enb las peñas! Jajaja
    Abrazo de respiramos un poco!!

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  5. Muy bueno!!! No era fácil esta consigna con tantos actores, lo felicito mi estimado, como siempre un placer leerlo.

    Abrazobeso don Oso.

    REM

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    1. Gracias, estimada REM.
      Tratamos de ir haciendo alguito...
      Saludos!

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  6. Te invito a un jueves de relatos que conduzco.
    Sino como escritor, puede ser como lector

    https://eldemiurgodehurlingham.blogspot.com/2022/02/este-jueves-un-relato-otros-personajes.html

    Saludos.

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    1. Uh, por andar paveando no estuve en el blog estos días.
      Pero iré volviendo despacito
      Saludos

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