Retomando mis visitas a los blogs amigos, me topé con Escenas cotidianas de las tardes en la canchita del maestro Neto. Al leer acerca de Jacinto enseguida me vino a la mente Don Pérez, el hombre que vivía en la esquina frente a la cancha de las Dos Rutas, y -antes de que otra vez se me espanten los recuerdos (y el entusiasmo) se me ocurrió escribir algunas líneas acerca de este personaje. ¡Chagracia, Neto!
En aquellos años Villa estaba sembrada de canchas y canchitas -bastante canchotas, la mayoría-, por lo menos una en cada barrio. Claro, algunos tenían dos o tres canchas, en general de distintas dimensiones para jugar según el número de jugadores de la ocasión. La cancha de las Dos Rutas era bastante particular. Más que cancha era una manzana entera sobre la que se podían disponer dos o tres canchas y jugar simultáneamente los grandes y los chicos. O hacer dos partidos y enfrentar los ganadores. De vez en cuando, en ocasión de un torneíto barrial, se cavaban pozos para poner unos arcos de caño -ocasionales lujos- o simples palos verticales, los que a veces ostentaban algunas cintas, cordones, incluso alambres como travesaño.
Don Pérez, o el Viejo Pérez, vivia en la esquina de la cortada que daba a la cancha. Esquina de alquiler con pieza, baño excusado y galponcito. Tenía un casalito de hijos con el pibe medio matungo pero que se defendía en el arco. No había tarde en que el viejo no saliera con su radio portátil por la que vociferaba Muñoz los domingos o se desgranaban tangazos lóbregos el resto de los días. Alto, trigueño, casi calvo, anteojos y las infaltables pantuflas de cuerina negra labraban las formas de este don fulgencio, como lo llamaban de entrecasa los mayores del barrio. Se acercaba a la cancha, buscando sombrita, esperando que alguna pelota descarriada se rindiera a sus plantas rogando una caricia, aquella de un jueguito que resultaba glorioso sólo en la ilusión del recuerdo inventado. Invariablemente el rito terminaba con la redonda en una cabriola ajena a los modestos movimientos del viejo que siempre alguno aplaudía con desgano.
A veces se arrimaba con el mate, porque Don Pérez tenía termo, qué joder. Y mate en mano, ayudaba en los sorteos o recomendaba cómo pintar las líneas de cal para que no salgan chuecas.
Sus comentarios se limitaban al fútbol, a qué otra cosa iba a ser. Jamás verdugueaba a un pibe patadura, en esos casos se limitaba a la piadosa sonrisa condescendiente y callar para sus adentros.
En la vereda de su ochava -esa que servía para el fusilamiento a los perdedores del hoyo pelota-, de sombra a la tarde, nos amontonábamos para escuchar alguno de los partidos que se relataban ese domingo. Uno solo, siempre clásicos. Hasta Manina, el borracho amigo de los pibes, tenia un lugar en la esquina cuando sudado del modo en que llegaba siempre caía vertical como el sol del verano con el lomo contra la pared para no patetizar su sentada.
Se sentía cómodo entre los pibes y era a quien recurríamos cuando alguna duda terrible nos asaltaba, entonces le preguntábamos: ¿es un jilguero o un misto? Y el viejo, con eterna paciencia nos sacaba las dudas, jamás con ese aire de paternalista superioridad con que los adultos solemos tratar a los chicos, sino con esa fascinación de quien sabe que sabe para los demás.
Domador de tortugas, Don Pérez se arrimó cuando el remolino de pibes se maravillaba en las alcantarillas de Chapuy y Belgrano alrededor de un tortugón de agua de más de medio metro de diámetro que alguna lluvia brutal había traído. La colocó en el reciente pavimento de Belgrano, se paró encima del caparazón y con hábiles movimientos de sus empantuflados pies se hizo llevar hasta la puerta misma de su casa por el inocente quelonio que luego volvió a sus andurriales pensando quién sabe qué carajo de la gente que aplaudía.
El viejo se ganó mi eterno agradecimiento cuando, enterado de que me había hecho de San Lorenzo -fascinado por el imponente despliegue del Lobo Fischer- el fatídico veintidós de diciembre del setenta y uno cuando perdimos dos a uno la final del Nacional contra Central en cancha de Ñuls, me regaló una camiseta de piqué a rayas rojas y azules junto con el póster salido en la Goles del glorioso subcampeón. Nunca me importó que los envidiosos de siempre batieran que la camiseta era de Tigre, porque sus rayas eran un poco más finas; allí el viejo subió al pedestal de mi olimpo para dormirse en los eternos laureles que el olvido atroz se empeña en barrer.
Poco importa que el hijo, de bostero cabal, hoy sea socio de Ríver.
Tampoco importa que alguna vez haya estado prohibido jugar en las Dos Rutas cuando los milicos lo consideraron peligroso y Don Pérez se arrebataba con la vista horizontal en tardes solitarias. Pocos extrañan el denso humo de la aceitera que caía sobre la cancha y el barrio y las quemazones de pastos que hacíamos cuando crecían demasiado.
Ni siquiera importa que ya casi no queden canchas barriales, porque en las Dos Rutas se sigue jugando, de noche o de día, con lluvia o sol. No molesta el inmenso escenario precosquinero, el baño de mierda que tapa la visual ni la torre de iluminación que decora el predio. El viejo, desde la tribuna que no se ve sale a las tardecitas con su radio y se queda hasta la madrugada gozando con el espectáculo futbolero de la muchachada que grita goles y fules con esa furia genuina que sólo la pelota produce. Sentado allá con Manina, Pascuita y varios más, espera esa pelota que se va a las nubes de un rechazo violento para devolverla con algún jueguito torpe que ya nadie aplaude, pero tampoco le importa. Porque en las Dos Rutas se sigue jugando...
[Publicado también en Villeraturas, 03/02/10]
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Qué buen relato Oso, por favor, que manera de ser tan tuyo, de esos que me hace emocionar hasta el lagrimeo, te juro. Tan de esta ciudad que a veces renegamos, pero que llevamos por dentro, como una bacteria instalada.
ResponderBorrarMe alegro de haber escrito "Escenas...", mirá lo que nos regalás vos a partir del recuerdo al que aquel texto te llevó, impagable.
Cuántas historias en las dos rutas, ahí metí un gol de rodilla desde quince metros. Entró al lado del montón de remeras que hacían de palo izquierdo. Bien lo decís, allí se sigue jugando. Y seguramente don Pérez sigue observando, desde alguna parte.
Mis canchitas en la niñez eran dos, como a vos esa te quedaba a un paso, a mi me quedaba cerca el puerto cabotaje. Allí íbamos con Paul y mi viejo y se nos sumaban caritas que hoy se han borrado de mi mente, chicos que vivían en las casitas de la bajada.
La otra, era la canchita de cinco de la iglesia del centro. Debo confesar que mi pasión por ir todos los sábados no era catecismo ni confirmación, sino los torneos que hacíamos desde las 8 hasta las 12, alguna que otra vez con un premio birlado de un autoservicio cercano jaja.
Oso, realmente felicitaciones por este escrito. Te mando un gran abrazo!
Como si lo estuviera viendo, mirá. ¡Cuánta nostalgia junta! Bien valía la pena semejante relato.
ResponderBorrarCon cosas así, que nos causan una exquisita nostalgia, me gusta pensar qeu siguen existiendo en ese mundo paralelo que visitamos de vez en cuando y todo sigue su curso normal...bello.
Un abrazo fuerte
Leer estas cosas
ResponderBorrares como hacer un viaje
a través del tiempo,
con el dulce condimento
de sumar
emoción a los paisajes...
El comentario de Neto, pone el corolario perfecto para expresar los sentimientos que dispara.
Cada vez que publicaste estos relatos referidos a personajes de Villa, en los comentarios siempre hay una frase que se repite:
¨sólo como vos podés hacerlo¨
La traigo a colación, porque vale también éste.
Besos.
...en éste...
ResponderBorrar:)
Ah, ¡qué bueno, che!
ResponderBorrarY como una especie de dominó que cae y arrastra, su cuento me trae ahora el recuerdo de mis idas a "jugar a la pelota" -nunca le decíamos futbol- en aquellos años de la niñez y adolescencia, tan lejanos. ¿quién no ha conocido a un Don Pérez?
Un lujo leerlo.
Felipe
PD: el breve comentario de Doña Sil me avispó que Ud "lo volvió a hacer": clonó el texto en los dos blogs, así que haré lo mismo con la respuesta mia.
Un abrazo.
Oso, perdone que le conteste a un amigo que dejó un mensaje más arriba:
ResponderBorrar"Un gol hecho con la rodilla desde quince metros de distancia"...
es algo que sólo podría imaginar el genial fontanarrosa
¿ve Neto lo que le digo que usted está ente el negro y Dolina?
A que mañana me sale conque estuvo "cebando mate para mil personas con una sola carga de agua caliente y le duró dos días, y que se bajó de cebar porque le temblaba un poquito el pulso?¿Eh?
¿Ehhhhhhhh?
Ejem, perdóneme, Oso...
hermoso relato, nostálgico pero no triste, con la cuota necesaria y justa de añoranza y sentimiento futbolero
ResponderBorrarpasión, recuerdos y un mate bien hecho son los sentimientos que dispara
abrazo-oso
JORGE: Hola. Gracias por leer la entrada.
ResponderBorrarAPALERMADO NETO: Que hace goles según su comentario. Quiero decirle varias cosas que comentaré de acuerdo a su comentario.
- Un clásico, la pila de remeras, que omití mencionar. Alguna vez pusimos el cochecito de la hermana de una amigo (que los padres dejaron al cuidado el mismo), CON la hermana dentro, a falta de mejor palo para el arco.
- Cuándo era gol o se había ido alto, era un misterio de negociaciones varias que podían durar horas en esa cancha sin arco entero.
- En la canchita de la san pablo que ud dice supe de mis módicos minutos de gloria como (otra vez) apalermado goleador, jugando torneos de a 5. Seguramente algún año antes de su fulgurante aparición, estimado.
- Quelorretiró, qué buenos momentos...
VILLERA VIVI: Decime si podés imaginar a las Dos Rutas sin la muchachada peloteando...
FUTBOLERA SIL: Trato de transmitir la emoción que me produce a mi recordar ciertos hechos, personajes, lugares, etc. Son esas cosas que atesoran una magia capaz de sacudirnos de la anestesia cotidiana.
DIBUJE FELIPE: Si habrá escuchado ese ¡dibuje Felipe! cuando iba a jugar a la pelota... Acá también decíamos así. En cuanto a la dolinescafontanarrosez del Neto, no le quepa duda que en cualquier momento lo despeina con un relato de esos en la bocha.
MÍSTICO GALÁN: Ud es de los que se suman a esos potreros abiertos o cerrados para seguir generando la magia eufórica única del fútbol. Dicho de paso, tengo que visitar el Barrio...
Gente linda, gracias por pasar y dejar sus palabras.
Que geniales siempre sus relatos de vivencias y personajes de barrio, de lo mejor que hace Oso, es un fenómeno!
ResponderBorrarEs cierto que ese baño es una patada en las bolas ahí.
Un abrazo Oso, y siga escribiendo este tipo de historias que me fascinan!
(Que lindo es escuchar a la gente mayor contar anécdotas, no?)
Repito Oso: maravilloso relato, como te dije en Villeraturas. No se si Villa Constitución tiene "cronista de la villa" como en tantos otros lugares, pero creo que por mucho que se esfuerce, cuando lea cosas como éste tiene que "palidecer de envidia". Hasta aquí me llega mediante sus relatos el amor que sienten por su ciudad, el que pasa por encima de lo que no gusta (que de todo hay), y que llena de ternura el corazón.
ResponderBorrarUn abrazo.
Paloma
Un placer caminar por tu blog....
ResponderBorrarSaludos
¡Qué relato tan hermoso, Don Oso! De los que emocionan.
ResponderBorrarY la imagen ayuda bastante a la representación mental :)
Te dejo otro "¡Bravo!" con aplausos de fondo. Me encanta leer historias así.
Un gran abrazo.
Nina.
Siempre hay personajes cómo Don Pèrez que en el fondo amas y extrañas. Y también añoras volver a aquellos sitios y al hacerlo,recuerdas con cierta nostalgia.
ResponderBorrarMe recordaste a mi abuelito, siempre recostado en su hamaca, bajo los àrboles viendo pasar a la gente y al lado su radio.
Gracias por ello.
Un beso, corazón.
Mi estimado Oso
ResponderBorrarme ha emocionado mucho , cuánta nostalgia! Le parecerá una mariconada si le digo que se me escapó una lágrima al final de su relato?
Besos para Ud. y excelente lo suyo como siempre.
REM
Querido oso,me alegro que ya esté mejor de sus deditossss!!!! se lo extrañó,le digo.Hermoso relato.Besos.Marcela
ResponderBorrar¡Qué linda historia! La contaste tan bien que me parece haberme asomado por ahí y haberlo visto a Don Pérez.
ResponderBorrarSaludos.
RUMI: Que te recontra... Además, ¿vio lo del baño? Ajjjj...
ResponderBorrarPALOMA: Villa tiene sus cronistas. En realidad, no sé por qué el rescate de esos personajes locales me gusta tanto. Por las dudas, le escapo al analista...
GINEBRA: Gracias por llegarte y ojear un poco.
NINA: La gente de edad escribe estas cosas. Como digo siempre, los jóvenes tienen más recuerdos del futuro, los grandes más del pasado.
CARICIA: Quién no tiene en su memoria (o en su realidad actual) personajes de este calibre. Nos recuerdan que nuestra forma de vivir no es la única válida.
REM: Esas mariconadas sólo muestran que uno no perdió la sensibilidad. Gracias mil.
MARCELA: Lástima que mejorar de los deditos no me mejora el cerebro, pero se agradece muchísimo.
MARIELA: Y si no es don Pérez será algún otro personaje de los que conozcas. De esos que dejan marcas.
Gracias amigos una vez más...
que emoción Oso! Para mí Villa representaba horas y horas de juegos, verano y vacaciones, dejar el gris Buenos Aires y pasarme meses en lo de mis abuelos y con amigos locales, luego los años me llevaron de ser veraneante a ciudadano, y recuerdo de niño (aunque siempre fuí un patadura) los partidazos q se armaban en el campito de 25 de Mayo llegando a las vías...
ResponderBorrarufff q buenos recuerdos me transmite este relato que sólo vos podías escribir.
es genial!
Abrazos!
Oso.. y como no sellar una sonrisa a este relato encantador??? si he jugado en las dos rutas, siempre de defensor o al arco (nunca fui bueno) la verdad no conocia a este señor, sabes una cosa, paso todas las mañanas cuando voy a trabajar por esa cuadra, prestare ams atencion y s es de tardecita y hay algun partido presteare mucho mas que atencion!!! encantador de los vecinos villenses esta historia amigo!!! te dejo un fuerte abrazo!
ResponderBorrarDIEGUITO: Viste cuántas cosas atesoramos de esos partidazos... Increíble.
ResponderBorrarLICHI: No creo que lo hayas conocido. Hace unos veinte (o más) años que se mudó a otro barrio. Tal vez a casa propia, no sé. Y murió hace unos años ya, creo que más de cinco. Pero si pasás, vivía en la esquina dónde ahora están la cerrajería y la veterinaria.
Jajaja, que manera de pasarla bien leyendo los comentarios.
ResponderBorrarPárrafo aparte, en primer lugar, para la contestación al primer comentario jajaja. Muy irónico jajaja.
Ahora, lo de la rodilla fue cierto, esa canchita era mágica. Felipe, no me pidas que te cebe mate cuando vengas, jejeje.
La canchita de la iglesia del centro estaba muy buena, sobre todo porque los más chicos teníamos privilegio. Recuerdo con cariño cuando venían los grandotes a sacarnos y nosotros íbamos a buscar al padre Daniel (si, a Segundo, que estaba haciendo sus primeras "armas" -se puede decir armas en relación a la iglesia ¿?- en el centro) y enseguida la retomábamos jaja.
Y lo que dice Dieguito, de los partidos en los campitos al lado de la vía... dónde muchacho! No me digas que jugabas frente a casa y nunca lo supe!!!! Viste, estamos conectados desde otra vida... no era con vos que afanaba en Roma antes que a Nerón se le cayera el candelabro?
era yo Neto, no te acordás las macanas q hacíamos en Roma? jajaja
ResponderBorrarsi pibe yo era del campito al lado de tu casa y cuando los vecinos nos rajaban nos ibamos a Talleres a seguir molestando con David y su hermano, unos amigos de barrio jardín, que en ese entonces tenía solo 3 o 4 casas jajaja!
Muy bonito y nunca me invitaste a jugar eh. Ya vas a ver.
ResponderBorrarQuerido oso,lo dijo usteddddd,jajaja,(lo del cerebro).Yo,sólo disfruto leerlo.Besos.Marcela
ResponderBorrarUn texto con mucha nostalgia, lleno de recuerdos.
ResponderBorrarMe lo imagine todo, queda cerca de la casa de mi mamá, y yo también me fui a mis memorias de niña.