ETERNO RETORNO

Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.

sábado, 19 de abril de 2008

La plaza


Dormir en la plaza no es divertido. Un día a lo mejor sí; pero dormir, de dormir siempre, como quien dice vivir, no señor. Sobre todo ahora que cambiaron los viejos bancos de madera por éstos otros de cemento que no tienen la forma de nadie. Sin embargo, una vez me tocó a mí y no me queda otra. Después de que te echan varias veces los milicos, ya formás parte del paisaje y no te joden más. Bah, es una forma de decir, porque desde que estoy aquí empecé a odiar las vísperas de feriados nacionales; en la limpieza de ese día me rajan y me tiran a la calle mis pocas pertenencias. Parece que si yo no estoy el veinticinco de mayo, el país es más sano y el intendente purifica su conciencia. En general, el veinticinco no hay tanto problema, pero el nueve de julio... ahí sí que se pone brava la mano. Eso de buscar donde meterme por una noche de pleno invierno no se lo deseo, mi amigo. Lo bueno es que siempre se encuentra alguna obra en construcción.

¿Por qué no vivo en una obra de esas abandonadas? No, déjeme. Por ahí aparece un chorro, un borracho o un vecino loco y te hace sonar de cayetano. Acá en la plaza nadie me toca. Fíjese que los pibes me saludan cuando pasan para ir a la escuela...
-¡Chau, Nogueras!
-¡Chau, pibe, chau!
¿Ve?, son todos amigos míos. Hay tres pibes que, de vez en cuando, al pasar me dejan unas masitas. Yo les digo que no, que no necesito, pero me las dejan igual.
-Tenga, se las afanamos a mi vieja, que tiene almacén-, dice el más grande, les agradezco y se van.
Usted dirá que son amigos, pero de lejos, que no se me arriman. Puede ser, pero yo valoro esos gestos amables como el del cura, que el otro día me regaló un rosario y me recomendó por lo bajo que no ande pidiendo en la puerta de la iglesia; no sé por qué porque yo nunca anduve molestando gente ahí, además yo respeto la religión. Además, vea, acercarse a mí no es fácil, con estas pilchas mugrientas y esta barba...

Dormir en la plaza no es divertido, pero a veces es interesante. Las parejitas ya no se cuidan de mi presencia y rascan que da calambre. La que veo seguido es la hija de Maltagliatti, cambia de novio seguido la mocosa. Esa va a terminar mal, quién se va a hacer cargo del pibe, si se lo hacen. Bueh, que haga lo que quiera, a mí me dieron tantos consejos y mire como terminé.
Una nueva, los pibes vienen a chupar cerveza acá, le dan de lo lindo, che. ¿Está barata o no tienen otra cosa que hacer? Yo les digo -¿No les da vergüenza, caracho?- y ellos se mean de la risa y de lo que chuparon. La otra noche una parejita, tendrían catorce o quince, se trajeron cuatro latitas y después compraron un porrón. ¡Uy, dios, cómo le dieron al pico! Primero chupaban y se besaban; al rato ya ni se besaban y se fueron quedando dormidos. Intenté despertarlos, pero después los dejé dormir y los tapé con mi frazada, no la rota, la otra, la que me dieron el otro día los viejitos de acá enfrente. A eso de la seis o siete se despertó la piba primero. ¿Sabe lo que me dijo? -¿Qué mierda me pusiste encima, viejo roñoso?-, revoleó la frazada, lo despertó como pudo al pibe y se fueron a las puteadas. La piba podía ser mi hija por la edad, pero no me calenté, ya va a aprender lo que es la vida.

Tuve varias compañías en éstos años, la mayoría tipos de paso, buena gente, algunos no. Andan afanando por los tendederos o en las verdulerías. Más de uno después me echa la culpa a mí. Por eso yo prefiero estar solo, de paso si nos amontonamos muchos tipos acá nos rajan en serio y yo estoy bien; bueno, que sé yo, bastante bien ¿no?
¿Si extraño algo, me pregunta? La verdad que sí. Una casa, una mujer, hijos... Mi mujer murió, sabe, después de diez años de casados -de cáncer- y no pudimos tener. Yo empecé a chupar y me echaron de la fábrica por el noventa. Ahora ya ni chupo, ni una gotita, lo juro. Pero perdí todo. Me vine para acá a ver si conseguía trabajo, nada... Y eso que soy joven todavía... Y, sí, estoy un poco arruinado de pinta, se me pueden contar los huesos. Además, Nogueras en un linyera, quién lo va a tomar.
Pucha si es lindo tener un hogar, qué le parece. Yo lo tuve, sé lo que es bueno. Usted sabe, el olor a café caliente en las mañanas frías, las sábanas tibias, sentirse querido. Las mateadas en el patio, pisar las hojas caídas de los fresnos antes de barrerlas y quemarlas en un montoncito para sentir el olor, uno de los más ricos que conozco; tanto que a veces lo hago acá cuando consigo fósforos. ¡Que lo parió!

Pero, vaya, que se hace de noche y se está poniendo fresco. Disculpe si lo entretuve con la charla, pero hoy en día es difícil encontrar con quien hablar. Ah, y gracias por el pororó, algún día se lo voy a pagar, si dios quiere.

3 comentarios:

  1. los personajes que nos rodena en las plazas de todas las ciudades, los mismos que tanto nos cuesta observar, reconocer, ayudar...

    ResponderBorrar
  2. Una conversación con la vida misma. Hermoso relato, un diálogo con alguien que aún no ha perdido la esperanza, y sin embargo la añora.

    ResponderBorrar
  3. el otro lado de las plazas para quienes no la frecuentan de noche.
    muy buen texto!
    me emociona dolorosamente, me transporta hacia la desesperación..

    un abrazo!

    ResponderBorrar

Dale sin piedad...