Me gusta la lluvia. Me gusta el sonido de la lluvia retintina a veces, violenta otras. Me gusta que acalle las voces diarias y repentinamente se cuele entre las grietas del blindaje que llevamos puesto o que construimos como los caracoles y nos ablande un poco. Me gusta cuando apaciblemente se deja caer despreocupada, insolentemente vertical definiendo lugares y cobijos.
Es hermoso caminar bajo la lluvia, así, tan vulgar como las letras que escribo puedo declarar y manifestar que es bárbaro mojarse lentamente. Las primeras gotas salpican destellos en tu pelo suave y sediento, se quedan como esperando adornar aun más tu sonrisa; pronto son arrastradas por otras más presurosas, diluidas y tan pronto como caen se transforman en un sólo paño confuso. Muchas intentan penetrar por debajo de tu abrigo para besar tu piel y lo logran y te besan y se funden en la tibieza de tu cuerpo. Y yo las imagino y envidio un poquito la naturalidad con que te acarician.
Otras quedan en los árboles y cuando para la lluvia siento la tentación irresistible de darle un golpe seco al tronco para que se moje un poco mi hermano como en los viejos tiempos. Las más llegan al suelo, conocen perfectamente su camino de ir siempre, deshacerse, reunirse, penetrar hasta lo más hondo y un poco más.
Después de estos delirios te diré que sigue siendo bella y lo sería, quizás, sin que nadie la observe y piense cosas como éstas o aun peores.
La lluvia nos desnuda, nos muestra indefensos. Y más le teme el más encumbrado, el que toma tantas precauciones en su vida que sufre el barro que lo refleja y amenaza: Vos sos yo y yo soy vos. El mundo artificial teme demudarse con la lluvia. Por eso amo tu rostro sereno realzado por el agua virginal que opta por seguir tus rasgos suaves sólo un instante antes de perder la vida en la caída. Porque saben esas gotas que después de haberte acariciado merece la pena la muerte, que ya no es la muerte.
Entonces pareciera que todas eligen recorrerte y besarte. Incluso las que quedan en mis manos reclaman la caricia de tus mejillas caudalosas y ellas, descorriendo sutiles velos, roban en sus dedos el brillo de tus ojos y lo ofrendan a la lluvia serena y majestuosa de la tarde. Y veo aquellas que contornean exactamente tus labios trémulos y sedientos en procesión infinita y devota y sospecho que me llaman. Dudo entre besarte o mirarte cuando ambas cosas son una sola y cuando tus ojos dicen más que tus silencios mientras el agua corre y corre y ninguno de los tres extraña la presencia del sol que presintiendo lo que sucede bajo el manto nuboso decide ocultarse sin sonrojo esta vez.
La noche llega sin avisar porque fue llegando todo el día. Entonces adoro rodear tu cálida cintura embebida firmemente para que te adviertas más segura. Y caigo en vaga fascinación cuando espero que te estremezcas sobrecogida entre destellos y truenos que pugnan por verte.
Y cuando no estás... Cuando no estás el gris propicio enmarca las miradas largas y horizontales que te reclaman. No desesperan porque como ayer, como siempre llegarás en abril o setiembre con las tenues lluvias que preludian tus pasos. Entonces sonrío y puedo ver más allá de tus ojos. El paisaje de tu rostro mojado permanece en el rostro del paisaje mojado. Algunos corren, otros se detienen y refugian. Niños felices chapotean sus reflejos fugaces en los charcos o atisban detrás de las ventanas respirando hondamente el aire fresco sintiéndose vivos. No hay pesar ni tristeza, la caída constante y hasta parsimoniosa de las rectilíneas gotas insinúa eternidades y sugiere otras miradas. Aquí estoy y allí estás. Entonces salgo y me dejo besar por la misma lluvia que acaricia tu piel que es mía.
la lluvia nos desnuda, no estampa la realidad de un lado y del otro de nuestro cuerpo, nos quita las caretas, nos afina el violín de las mañanas; nos entinta la pluma; nos ayuda a crecer...
ResponderBorrares un placer leer el resultado del efecto húmedo en tu pulso!
un abrazo (de oso je!)
Que hermoso, lindo.
ResponderBorrarEl viento acunaba la lluvia
el aire soplaba suave
llevando gotas de agua viva
a tus mejilla.
besos y amor
je
Me fascina este relato.
ResponderBorrarDe principio a fin.
Podría inspirar a poetas dormidos.
Podría revivir sentimientos aletargados.
Podría resucitar la esperanza de amar, en corazones que aparentan no tener latido.
Algún día, alguien tendría que hacer un poema con este texto...
ResponderBorrarY cuando no estás,
ResponderBorrarcuando no estás,
el gris propicio enmarca las miradas
largas y horizontales que te reclaman.
No desesperan
porque como ayer,
como siempre,
llegarás en abril
o setiembre
con las tenues lluvias
que preludian tus pasos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarLLUVIA.
ResponderBorrarNo moja la lluvia
Me mojan tus besos.
Que caen deprisa
Rozándome lento
Que alcanzan mis labios
Y cantan con risas
Te quiero,
Te quieros
No moja la lluvia
Me mojan tus manos.
Que caen deprisa
Rozándome lento.
Que alcanzan mis pechos
Y trazan con tizas
Te quiero,
Te quieros.
No moja la lluvia
Me mojan tus brazos.
Que caen deprisa
Rozándome lento.
Que alcanzan mi cuerpo
Y danzan con la brisa
Te quiero,
Te quieros.
Me gusta la lluvia
Cuando te trae conmigo.
Continué tu excelente elogio, con unos versos olvidados. Un abrazo Oso querido.
ResponderBorrarGracias, Nati!!
BorrarPasan los años!!
¿Estás escribiendo? Son versos bellísimos!
Así es..pasan. Estuvo mucho tiempo sin escribir, de vez en cuando vuelvo a hacerlo. Y me ataca la nostalgia, y regreso a estos blogs, tan queridos. Te mando un fuerte abrazo.
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