Hay un dios en mi sánguche de mortadela. Caí en la cuenta unos segundos atrás, cuando lo sumergí en el mate cocido caliente y dulce que me preparó la nona esta tarde como todas las tardes.
Un dios de modesta epifanía: unos círculos de grasa que se unen formando otros mayores o se descomponen en una pléyade de pequeños que se buscan y rebuscan obedeciendo más al dios del sánguche que a las órdenes de Robert Brown, por más Einstein que lo respalde. A propósito, cuando la húmeda miga del pan, verdosa por la absorción de una porción del mate cocido, se despegó del pelo del líquido, habilitó la caída de una parte de ella por efecto gravitatorio con agregados de la grasa de la mortadela licuada por la tranferencia de calor de la infusión (a mayor temperatura) a los componentes del sánguche (a menor temperatura) en una inconsciente búsqueda del equilibrio térmico.
A propósito de Einstein, retomo, descreo que haya modo de predecir con exactitud la masa y distribución de goterones grasosos. De igual modo me pregunto si la naturaleza de esta distribución será al azar o sigue un patrón que desconozco. Solo la presencia de un dios en mi sánguche puede eliminar este horror temere, dado que dios no juega a los dados, valga la repetición.
Confirmada esta presencia me pregunto si este será un dios bondadoso y paternal, un demiurgo juguetón que habita en el pleroma (una especie de más allá) o en Hurlingham o Villa Constitución (una especie de de más acá), un genio maligno (que no describiré aquí) o un picaresco mandinga de las tradiciones populares criollas.
Sea cual fuere su naturaleza y su rango, aquí habita, desde las formas que adoptan las untuosas manchas me habla y sospecho que me cuenta más pesares que glorias supremas, más dolores de parto que manifestaciones ostentosas de poder. Pero al fin y al cabo un dios que calma el hambre con el más delicioso de los manjares que remonta al extasis contemplativo por provenir de las sagradas manos de la nona, quien ha creado su mundo con alguna fe al gran otro, que dicen ha hecho todo.
Un dios de pan y mortadela, alimento de los niños que vuelven de jugar a la pelota, maná cotidiano de las cosas simples del templo del hogar, que se ofrece sabroso a la pancita y se sacrifica exigiendo el culmen del rito antes de que termine de enfriarse el mate cocido revelador. A sopar con una reverencia.
Más y mucho más interesantes relatos basados en Hay un dios en mi sandwich en Soñando uno de tus sueños, el blog de Roxana
Magistral salida, un sandwich de mortadela, ¿por qué no?
ResponderBorrarUn dios que aporta revelaciones con algo de matemáticas, de ciencia, valora la inteligencia. Un punto a favor. Parece tener algunos conceptos más claros que yo.
Original planteo.
Saludos.
Debe ser que lo escribí con ganas de clavarme uno!
BorrarGracias, abrazo!
Bueno, es una texto espectacular. Ese dios de untuosidad se ha calado hasta mi mente, y me ha entrado hambre. No te digo más. Lo de la mortadela me lleva también a tiempos de infancia. Y de esa untuosidad por la mano, en la calle.
ResponderBorrarUn abrazo
Tal cual, esas infancias tan dichosas.
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Nos has preparado una suculenta merienda y lo has hecho tan bien que independiente la hora que te e¡leamos nos levantas ese apetito de comer, ese sándwich de mortadela y si ende está relleno de dioses amén. Muy buen relato enhorabuena. Un abrazo y feliz jueves.
ResponderBorrarGracias, Campirela, hay que salir a comprar 100 gramos!
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Magnífica tu aportación, querido amigo. Una muy buena (y exquisita) visión, de ese dios que, para muchos, vive en ese trozo de pan que poder echarse a la boca…
ResponderBorrarHa sido un placer leerte.
Abrazo grande, y muy feliz día.
Gracias, Ginebra! Como bien decís, para muchos vive en lo que se pueden llevar a la boca.
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Hoy entre unos y otros estáis consiguiendo que no deje de ir y venir al frigo.
ResponderBorrarBesos y gracias por la merienda.
Bueno, al menos sirve para alimentarse un poco. Besos
BorrarUn relato en búsqueda del equilibrio térmico
ResponderBorrarque tanto necesitamos para regresar a las formas sencillas del quehacer cotidiano en el que lo más sublime y-o sagrado se revela.
Un abrazo de osa para el Oso
Así es, estimada. Lo sencillo tiene más de lo que sale a primera vista.
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En mi embarazo me dio por comer mortadela, hacia mil que no la comía y ahora con este dios me ha entrado el antojo de nuevo... Jajajaja....
ResponderBorrarTe sigo!
Y bvueno, no hay que dejarla deseando, sandwichito y listo!
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Un texto capaz de crear una mitología sobre los iconos que tan bien describe!😉. Me alegra que co8ncidieramos en la interpretación textual del título al escribir. Un abrazo 🤗
ResponderBorrarCierto! Es que de entrada me pareció muy potente la convocatoria.
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Increíble que con un sánguche de mortadela, hayas logrado semejante ensayo sobre la grasa, el mate cocido y algún demiurgo escondido entre la miga. En confianza te digo que a ese sánguche le falto un detalle, la manteca untada en el pan. ¡¡Aplausos!!
ResponderBorrarY que rico que son esos sánguches.
mariarosa
Bueno, la manteca nunca fue demasiado amiga mía, pero si te va, buen provecho!
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Exquisito relato que nos has compartido
ResponderBorrarEl dios de pan y ese sánguche de mortadela que me ha dejado tentada.
¿Un guiño a Demi también? Me encantó.
Gracias por sumarte.
¡Un abrazo!
Bueno, siempre "tiramos alguna pared" con el amigo Demiurgo, incluso hemos intercambiado personajes. Cosas lindas de estos blogs.
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Fabulous blog
ResponderBorrarGracias
BorrarPlease read my post
ResponderBorrar¡Ahhh! A veces dios está más cerca de lo que creemos...jajaja. muy divertido para una tarde cualquiera. Ver a dios en un bocadillo de mortadela, que al final era más un recuerdo de la infancia...
ResponderBorrarUn abrazo
Los dioses tienen esas cosas, aparecen donde quieren, jajaj.
BorrarAbrazo
una labor titanica (adecuada para este reto) escribir las ecuaciones de las gotitas de grasa, su tamaño, forma y trayectorias, flotando por el mate y plasmarse en el pam. por detras estoy oyendo en la tele, los premios "principe de asturias" a cuatro matematicos que algun logro deben haber hecho. ¡con la mortadela del sanguche me gustaria a mi verlos!
ResponderBorrardespues ya se podian poner con los partidos de futbol de los niños
abrazosss, oso
No creo que se enfrentenal sandwich o al menos para hacerles ecuaciones. Para trincarlos tal vez.
BorrarAbrazo
Me he reído mucho con el relato del "sanguche de mortadela" y mas allá de todas las predicciones de sabios y de nutricionistas que lo descartaria de plano, los argentinos hacemos "honor" jajaj a algunos alimentos como el que precede ...ya casi un ícono!!! jajaja .. Por cierto, el relato muy bueno.. y el ultimo párrafo, entrañable. Saludos!
ResponderBorrarGracias, enseguida después de escribir salí a buscar mis fetas! jaja
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Que rico es le sándwich de mortadela, aunque como lo describes, para solo, sin mate cocido no sea cosa que quede como el del protagonista. Aunque me perdería al dios,
ResponderBorrarMuy buen relato,
Un abrazo :)
te perderías al dios, pero no a sus promesas paradisíacas mortadelísticas, ja!
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Anda que no me gustaban de niña los bocatas y sandwiches de mortadela, me encantaban, y ahora al leerte, ha sido imposible no mirar atrás.
ResponderBorrarY es que Dios está hasta en los bocatas jajaaj.
Besos.
Mirar atrás y mandarse uno de merienda!
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La mortadela, cando yo era pequeña, era el pan de día, sin sandwich, el alimento de lo pobres, la cornucopia de muhas madres que poco tenían para dar a sus hijos. Los dioses no fueron nunca demasiados justos con los que tenían poco dinero. Eso sí, les esperaba el cielo.
ResponderBorrarUn abrazo
Para muchos y me incluyo era grandioso (y salvador)
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Simplemente me encantó leerte. Recuerdos de la infancia estimado Oso, por lo que vi tus lectores (me incluyo) pronto se estarán manducando un sanguche de mortadela jaja. Pequeñas delicias que diosito nos regala.
ResponderBorrarAbrazobeso amigo mío, que ande bien.
Obviamente, yo hice lo mismo, jajaja me autotenté.
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¡Tomaste la propuesta para ese lado! Genial el agregado, achica bastante las posibilidades de ese Dios. Lo trae de golpe al mundo de la niñez, de las abuelas, de la pelota en la calle... si hay Dios está ahí
ResponderBorrarAbrazos de empezar ganando, viejo!
Necesariamente. Y pronto haciendo de las suyas por Boedo!
BorrarAbrazo de a poner que sos cuervo!
Cómo me he reído y también me he revolcado en la imagen grasosa del sanguche, jaja. Se me hizo tan genial este relato que se lo he leído en voz alta a mi novio que anda amasando en la cocina (a mí no me gustan las mezclas de dulce y salado, pero a él le encantan, así que se ha puesto a enumerarme otras parecidas, como el sandwich de salame con café o la tortilla de papa fría con café). Gracias por tanto. Un abrazo.
ResponderBorrarque placer hallarte compatriota
ResponderBorrarSi pudiera comerme un sanguche de mortadela !!!que rico!!! pero ando por Miami desde hace muchas madrugadas
Te dejo mis huellas por si querés charlar
abrazo