ETERNO RETORNO

Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Un credo

No creo en el destino bajo ninguna de sus formas.
No hay universo al que se le ocurra conspirar en mi favor. No. No me consuelan las decisiones ajenas.
No hay hilo rojo ni energías astrales favorables. Cáncer -triste grupete de estrellitas modestas- no me depara nada (ni siquiera penas) ni el cangrejo marcha atrás por nuevas oportunidades de rehacer lo malhecho.
No está escrito lo que viene: ni la pronta muerte ni la inopinada vida ni la fortuita fortuna.
No creo en sentirse bien. No creo en liberarse de los pesos.
No creo en el hombre, no creo en la mujer. Menos en quien se erige como algo.
No creo en un dios de lo alto ni en la energía suprema ni en el principio de atracción.
No creo en las medallas, los daños, las cadenas.
No creo en la santidad de los animales versus la maldad de la gente.
No creo en el traje y la corbata.
No creo en la dignidad de los cargos, ninguno. Ni creo que las fronteras delimiten dignidad.
No creo que la mayoría tenga razón. Solo es mayoría.

Creo, sí, en mis hijas con devoción. En el calor moreno de tus formas. Creo en tus ojos y en tu voz que todo lo crea.
Creo en las canciones de los Beatles, creo en la historia y en el genial invento de los libros.
Creo en las manos de mi viejo y el don de mi madre.
Creo en el canto y la poesía. Y en el que quiere cantar.
Creo en el mate.
Creo en el cielo que me besa en el Champaquí. Y creo en el dolor.
Creo en las cicatrices y en el peso que llevan mis hombros.
Creo en el parto, la flor y en gambetear a la muerte cuando ronda.
Creo en lo que hacemos entre todos. Creo en las mujeres y los hombres. Creo en las comunidades.
En mis errores, en mis pecados y mí como tierra que camina.

Me gusta creer en un dios que acompaña, que está, en un yavé de manos gastadas (manos de mi viejo y don de mi madre a la vez).
Me gusta creer en una tierra abonada por generaciones de seres que sabían que iban a morir y que iban a morir sus hijos y los hijos de sus hijos y aun con la muerte como horizonte dieron más vida.
Me gusta creer en la gente que no desprecia al diferente ni al desfavorecido.
Me gusta creer en los que elijo como compañeros de viaje. Y tal vez en los tercos que me eligen.
Me gusta creer -por fin- en la esperanza, esa porfiada actitud de espera aferrando la lanza para hacer que las cosas sucedan, aun -y más- cuando sabios y poderosos recomienden sentarse a mirar lo fatalmente ineluctable.

5 comentarios:

  1. Hay mucha razón, sentido en lo que crees y en lo que no crees. Es toda una declaración de principios.

    Que tengas un feliz año nuevo.
    Saludos.

    ResponderBorrar
  2. Coincido una vez más con el Demiurgo.
    Excelente descripción y puntería, la mira solo se desviaba para aclarar lo que hace falta aclarar (triste grupete de estrellitas modestas).
    Me alegra verte lanza (o alabarda) en mano en los últimos días del año.
    Pronto salimos a la cancha con lo que me pasaste.

    Abrazo grande Oso!
    Que tengas un buen feliz año!
    Siga ocupado en todos esos asuntos mucho más importantes y cada tanto vuelva a visitarnos con estas grandes entradas

    Abrazo grande de saquémosle el torneo a los de arriba!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Ahí estamos, mordiéndoles los garrones a los pibes. ¡Que no se descuiden!
      Seguimos ocupados, pero en una de esas hasta posteamos algo, ¿vio?
      Abrazo!!

      Borrar
  3. Si estás inspirado, este es el proximo jueves de relatos.

    http://desgranandomomentos.blogspot.com.ar/2017/12/convocatoria-literaria-para-el-dia.html#comment-form

    Saludos.

    ResponderBorrar

Dale sin piedad...