ETERNO RETORNO

Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.

viernes, 13 de julio de 2012

Tarea difícil

El mate casi no era mate. Un sabor indefinido precedido por el vaporcito trémulo que el pico de la pava emanó con desgano me invadió la boca descargando un torbellino de preguntas difíciles de tragar.
Y unos pálidos palotes -desconsuelo de jangada- eran vestigios de la yerba entintada que matizaba la tarde de la villa.
El Carancho cebaba al costado de un paraíso sufrido y de escasa fronda. Aprovechaba el pasar el mate para mirar a su entorno. Para estudiarme y para estudiar los gestos de Jovino hacia mí.
Jovino agitaba las manos nervioso y no solo por el puñal del alcohol que le sugería espasmos. Había un nuevo amigo en donde no se tenían amigos que no compartiesen los ritos del desamparo. Y eso lo ponía frenético. El Carancho, en cambio, no hablaba, porque casi nunca hablaba a no ser que una humorada ocasional o una sentencia inapelable brotara de sus labios partidos como si él no se lo propusiera.
Cuando cebaba, ofrecía el primero y después daba sin preguntar hasta que la morena pavita de aluminio goteaba la última lágrima. Yo, incapaz de dar las gracias por no cortar el sortilegio, trataba de tomarlos todos con el mismo aire indiferente con que ellos lo hacían.
Jovino iba y venía. Entraba y salía del rancho manoteando papeles y una carpeta de dos anillos que debió encontrar en algún tacho de basura. Se notaba que la había alisado un poco, o al menos lo había intentado. Pero ahora se enfrentaba a una tarea ímproba: colocar las hojas en los anillos de la carpeta. Yo hice el gesto -a medias impulsivo- de ayudarlo, pero como no me miró y siguió dedicándose concentrado como un pequeño intentando armar un juego de encastre, me retuve. Sus dedos, demasiado torpes y mareados, se ajetreaban tratando de sofrenar el temblor convulsivo que corría atravesando las falanges.
Una sola mirada furtiva de reojo me mostró su indecible sufrimiento al darse cuenta de que se le tornaba ciclópea la tarea más simple. Yo ni podía hablar, lo relojeaba al Carancho que no levantaba la mirada y solo chasqueaba la lengua al mover la cabeza negativamente.
Finalmente hilvané algunas palabras y sin darle lugar a réplica me dediqué a retener la trepidante carpeta y esperar -y rogar- que acertase a embocar aunque más no sea algunas hojas en los anillos.
Me sorprendió cuando cortó la tarea con un suspiro y apoyándome una pesada y temblorosa mano en el hombro suspiró: -No voy a poder, hermano. No voy a poder empezar la escuela así...-

A la vuelta, me quedé un rato caminando por ahí. No podía volver a casa sin desatar alguno de los nudos que los mates del Carancho me pasaron por la descascarada bombilla.

9 comentarios:

  1. Interesantes descripciones, como esa que le da sin piedad a la calidad de ese mate. Una buena metafora lograda esa la del puñal del local. Una situación de tensión que se resuelve en un suspiro. Final un poco hermetico.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Claro que resulta hermético, no me di cuenta hasta que me lo señalaste. Lo escribí de un tirón para que no se me escapen algunos recuerdos.
      Jovino fue un personaje de esos que no se pueden soslayar,
      Si querés saber algo más de él, leete
      http://losapuntesdeloso.blogspot.com.ar/2009/01/la-herencia-de-jovino.html
      (notad que no tengo la menor idea de cómo poner un enlace aquí).
      Gracias por leer.

      Borrar
  2. "....No voy a poder, hermano. No voy a poder empezar la escuela así..."

    A mi se me hubiera hecho un nudo en el estómago después de eso.
    Siempre me han gustado mucho los climas que logra, me llevan a la reflexión sus relatos y más de una vez me quedo con cierta sensación de incomodidad en el alma, no sé si le transmito el sentimiento que me provoca, espero Ud. lo comprenda estimado Oso.

    Besos y un placer seguir leyéndolo.
    REM

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Claro que lo transmitís, porque creo que es lo que me pasa a mí.
      Gracias por leer siempre y por tus palabras de aliento.

      Borrar
  3. ¨ La morena pavita de aluminio gotea la última lágrima¨, casi como el lector, che,
    y es de una emoción muy de adentro,
    mezclada con infinita impotencia.

    Ha escrito hoy otra perla, invaluable, preciosa,
    para engarzar en el hilo de lo UD ya sabe que tiene que mandar a imprimir,
    y ponerle tapas,
    y estamparle firma de autor.

    Le mando un beso -grande-




    SIL

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¡Gracias, Sil!
      Alguna vez, algún día quizás me anime, cuando endurezca un poco el cuero.
      Beso

      Borrar
  4. Siempre digo que las escenas Villenses construidas desde tus recuerdos deberían formar parte de las Crónicas de Villa para siempre. Muy emotiva esta escena, a mí se me hizo un nudo en el estómago. Leí el anterior de Jovino.
    Felicidades Oso: me encantó. Y aprendí algo nuevo: jangada (por suerte estaba en la RAE)Besos!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias, Doña Tinta! Jovino fue un personaje muy querido para mí. Y de vez en cuando me dan ganas de escribir algunos recuerdos.
      Besos!

      Borrar
  5. Grande Oso, me encanta la forma de narrar. Hay cosas que nos cruzan el mate en el alma, como en este caso. Un abrazo!

    ResponderBorrar

Dale sin piedad...