Miró hacia un lado, luego hacia el otro. Sus zapatos no se veían desde la cama, sí unas botas de mujer. Largas, una se mantenía en pie, con la caña aflojada, la otra yacía sobre un costado. Se preguntó cómo se llamaría. Tal vez con esfuerzo lo recordara, porque se lo había dicho casi seguramente. Pensó que tal vez fuese Noelia, pero bien podría ser Catalina. En la confusión de ese letargo donde sólo los ojos se mueven y la resaca se enseñorea a sus anchas no podía saberlo. Alcanzó a preguntarse si lo correcto sería aventurar un nombre. Pero ni siquiera pudo responderse.
Con esfuerzo movió una mano, la izquierda. El brazo derecho entumecido como inmóvil bajo el torso de ella, que suspiró levemente. Movió los dedos, a modo de un intento de verificar que aún estaban; ella hizo un movimiento hacia atrás, buscando su calor.
Era joven y bella. Demasiado. Se preguntó cómo fue todo. Sólo recordó unos pases de baile diluidos en alcohol. La caminata de ida, a distancia. El taxi de vuelta, enmarañados. El cielo clareando, un ascensor y nada más.
Una cegadora lucidez ahora. Su nombre, demasiado familiar. Sus formas -conocidas y soñadas- coincidentes con las que iba acariciando con una trémula ternura de la que no se sabía capaz. La certeza de que todo cambiaría desde allí. Su mundo y el de ella. Sus miradas se buscarían hasta rehuirse y se eludirían hasta cruzarse.
Se preguntó qué nace y qué muere acercando el rostro a la infinita espalda para olerla. Impulsó los labios hacia adelante hasta tocarla. Se sintió feliz y estúpido. Como el niño que juega su último boleto en el parque de diversiones.
Ella despertaría en poco tiempo. Se cubriría con exagerado candor y alguna culpa. Iría al baño con una sábana como manto y la vería grácil y hermosa para volver a soñarla. Y se pondría las gafas de sol robándole las pupilas y una lágrima. Inexorablemente.
Y vendría el paso de los días. Y humillaría su orgullo de conquista. Se preguntó si sería capaz de contarlo.
Si ella volvería a mirarlo. Si alguna vez habría amor o cariño o si el odio rebanaría el pan cotidiano. Y la seguridad de que sentiría celos.
Como fuese, uno de los dos continuaría de pie, el otro caído, como esas largas botas que asomaban a un lado de la cama.
Me atrapó tu texto Oso…
ResponderBorrarUn placer visitarte ;-)
Muackss!!
Uhhhhhhhh!!!!
ResponderBorrarEste relato atraerá comentarios y suspiros múltiples.
Los merece! , por cierto, está maravillosamente escrito.
En cuanto a los interrogantes del final (ni James Joyce) debe conocer las respuestas.
:)
Besos
SIL
Hermoso relato y la metáfora de las botas es perfecta.
ResponderBorrarSaludos.
Don Oso, no traigo el comentario de Villeraturas, porque ya cerré el blog y me olvidé de copiarlo jaja. Excelente texto!!!
ResponderBorrarOso, te luciste!!!
ResponderBorrarMuy bueno.
Besos para ti.
mar
He dejado mi comentario en Villeraturas, pero reitero mi admiración por la forma y el fondo del texto.
ResponderBorrarAbrazos!!!
"Se preguntó qué nace y qué muere acercando el rostro a la infinita espalda para olerla."
ResponderBorrarQue frase! Que relato tan maravilloso. Entrar en los pensamientos de un hombre, en sus miedos, en sus sueños...
Me encantó Oso!
Hombres y mujeres inventamos y reinventamos el amor al andar, con celos, inseguridades y hasta odios.
ResponderBorrarUn saludo
GINEBRA:
ResponderBorrarGracias por tus palabras, me alegro de que te haya gustado.
SIL:
Tal vez Joyce no las sepa, por suerte, así hay un poco de consuelo.
MARIELA:
La metáfora de las botas es levemente afanada (a medias, si cabe) de un cuento. Je!
NETO:
Los blogs tienen esa magia, hacen lo que uno no espera. Ja!
MAR:
Gracias por leer estos apuntes!
DOÑA TINTA:
Ya me lo leo, estoy un poco lento, ¿vio?
CARLA:
Somos tan complicados como las damas, está claro.
CIEN VECES:
Vamos reinventando y ganando un poco y perdiendo bastante.
¡¡Gracias a todos por pasar por este espacio!!
Excelente texto Oso, me encantó, bueno, breve, lleno de imágenes pero a la vez dejando libertad a la imaginación
ResponderBorrarleerte es un placer comparable al de beber un espumso mate bien cebado
te comenté el anterior también, groso
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