Esta tierra

La tierra ésta,
ese polvo que se cuela por las rendijas,
que entra en mi casa, en la tuya...
Ese suelo maltratado,
cada vez más ajeno,
cada vez más lejano.

El río que fue, bullente,
siempre portador de señales de vida.
Melancólico correr manchado
de aceite y plomo.
Desangrarse de la tierra,
ayer aorta, hoy uretra.

La desolación de furioso dominó
del bosque virgen, la tinta de tierra
colándose en las picadas.

El olor del campo trabajado,
de la siembra, porciones de humillación
que brota en pan tibio
sobre la mesa.
El tufo desmedido del latifundio.

Esas flores de roca,
ese pico insolente que aguijonea,
esa boca feraz prometiendo riqueza.

Aquel cielo artista,
salpicado de aves, aserrado por montes,
bendecido de nubes.
Aquella cima,
eterno mangrullo de la pampa.
Y arroyos y cañadas,
donde abrevar hace de todos
lo que no es de uno,
lo que no era de uno.

Esa tierra paciente
que siempre se da, espejo manso
que no devuelve brillos,
que muestra sólo polvo primordial
atento al retorno que está más allá.

Y las manos... Los laburantes de días,
de horas, de noches,
los no laburantes,
el hastío de no ser ni digno de ser contado,
ni abono siquiera.

Y la espera argentina
del futuro grande, del pasado inmenso
que no fue.
Del presente digno de quien
sueña cosechar
porque lastimó sus manos
en la siembra.


[Publicado también en Villeraturas, 22/05/09]