ETERNO RETORNO

Estas historias son como lanitas sueltas que la nona va ovillando en un bollito y una vez que adquiere volumen, las va desovillando para hacer algo con todas como si fueran una sola cosa. Así son estas narraciones, dichos, frases sueltas, conjeturas patinadas por una memoria tenue que -a veces- toman forma en la mano de quien las intenta reunir.

domingo, 2 de agosto de 2015

La ilusión del Carancho

La neblina postergaba el amanecer. El sol porfiaba igual, sin fortuna intentaba colarse entre los eucaliptos. Había menos leña que en años anteriores, pero a veces les permitían entrar al predio de la textil para recoger las ramas que el viento desperdigaba generoso y los fogoncitos se repetían. Adonis Torre, el filósofo de calle Pampa, había acondicionado un viejo lavarropas Biarritz redondo como hogarcito para que la Silvana mantenga el patiecito y la pared del rancho con calor para la penosa mañana de invierno. Jovino y el Carancho no eran tan ingeniosos, con un pocito de menos de una cuarta les alcanzaba para poner un manojo de leña que alcanzaría para calentar la pava y hervir grasa con retazos de carne que servían un poco para llenar la panza, otro poco para entretenerse. Usaban la rejilla de una estufa destartalada como parrilla.
No hacía mucho frío, pero la humedad jugaba lo suyo; Jovino, triunfal, levantó la voz: - Carancho, tengo harina, pedile sal a la Silvana que hago tortas fritas.
- ¿Harina? ¿Diánde, si no tenés un mango?
- Me la dio la vieja del almacén de calle Santiago... está vencida.
- Podrida, será...
- No, vencida, apenas dos o tres gorgojos.
- Pucha digo, se me va a enfriar el culo si lo saco del cajón.
- Peor es que cruja el bagre. Andá, dale...
Desganado, el Carancho se arrimó al tejido de alambre desvencijado. Al verlo a Adonis se ahorró la modesta vergüenza de pedirle a una mujer. Y peor a una mujer mucho más joven.
- ¡Che, Adoni! Prestame un poco de sal si tené. Apenas pueda te la devuelvo.
La última frase era una especie de convención. Solo significaba agradecimiento y reafirmaba que cuando cambiaran las escaseces, él estaría dispuesto a ceder algo de lo suyo para compartir la carencia.
- Gruesa nomás me queda.
- ¡Justo! Es pal Jovino que se le dio por las tortas fritas.
- Bueno, mientras alguna caiga de este lado del tejido...
Adonis movió la puerta de chapa de su rancho y no rechinó en lo más mínimo. El Carancho pensó un par de segundos en la dulzura de este hombre tan parecido a él, pero tan distinto. Su rancho era mil veces más digno y limpio. Y dentro de él una morocha como la de sus sueños. Pensó en la suerte del filósofo y pensó que eran sus méritos los que le regalaban dormir cada noche con ella y sus mieles. Se le ocurrió que él también podría ser dulce y amable. Y bañarse seguido. Y acomodar el rancho si una mujer como la Silvana o como la mitad de linda que la Silvana... y entonces él sería...
- ¡Eu! Te quedaste duro, Carancho.
El Carancho salió de su sortilegio, ante sus ojos Torre extendía un pocillito con sal gruesa, menos de la que esperaba, pero sal al fin.
- Es... estaba pensando...
- Hace bien pensar. Congelate más seguido, je...
- Viste, como que yo me ilusiono. Me la paso ilusionándome, pero no pego una. En cambio, vos, por ejemplo...
- Es preferible en algunos casos sucumbir a una ilusión entregando el alma en la búsqueda, que una lúcida estulticia.
- ¿Estul..?
- Estupidez, ponele. A veces la ilusión te hace vivir mejor que el conocimiento. A veces.
- A mí no. Seguro.
- Mirá a Jovino. Tiene la ilusión de que va a recibir una herencia millonaria. Eso lo mueve, es su religión, le da sentido a su vida. Incluso se anotó para seguir la secundaria nocturna y a veces deja de chupar por unos días. El día que se convenza de que la herencia es ilusoria, ¿qué va a hacer?
- ...
- Ahora, ponete en su lugar. ¿Es mejor saber así como así que lo que le queda de vida va a ser un miserable? Es mejor la esperanza.
- ¿Aunque sea ilusión?
- Ojalá de la ilusión pase a una esperanza mejor, pero no se sabe. Una esperanza mejor es la del tipo que tiene un trabajo decente o al menos lo busca, por ejemplo. Esa esperanza en un cimiento.
- Ah, ¿y la lucidez?
- Decime para qué sirve.
- A vos al menos para tener a la Silvana al lado. Con respeto...
Jamás el Carancho mencionaría la mujer de un amigo sin respeto, sin esa consabida intocabilidad y ese rojo tabú en las mejillas. Podían estar en sus peores noches con Jovino mano a mano apuñalándose con el vino más rasca que no había forma de que la Silvana se les cruzase en mente. No era un código de caballeros ni mucho menos, porque los tabúes no lo son. Son, a secas. Simplemente la mujer del amigo formaba parte de esas cosas de las que no hace falta hablar porque no tiene sentido hablar de eso. Como matar un hijo, como abusar de una hermana, la mujer del amigo era sagrada. Adonis sentenció:
- El amor no es cosa de lucidez, que te quede claro.
No terminó la oración, que el Carancho se retorció cuando un caracú volador le azotó la pierna desde atrás.
- ¡Dale, Carancho, la pucha digo, que me quedo sin leña y ni empezamos! ¿Qué te quedás a hablar comadreando con el otro ahí? ¡Traé esa sal, caramba!
Jovino se impacientaba y decidió llamar la atención a su modo. El Carancho friccionándose el muslo relojeó a Jovino, pero volvió a mirar a los ojos de Adonis.
- ¿Vos estás seguro?
Torre cerró los ojos, como mirando para adentro repasando tal vez los callejones sin salida a los que más de una vez lo llevó una dolorosa lucidez.
- No, para nada, pero lo sospecho.
El Carancho llevó el pocillito primorosamente entre sus toscas manos temblequeantes. Mientras amasaba con agua de la canilla pública repasaba su última ilusión, la que aún le timbaleaba el corazón. Tratando de ordenar la cabeza farfullaba un no era para mí como un mantra. Ella era de otro barrio, con clase, con pavimento y un trabajo decente. Y tal vez con un amante que desconocía. Se incorporó y le llevó a Jovino una para probar la temperatura de la grasa, que hervía. Jovino, que lo conocía bien, inquirió:
- ¿Qué te pasa que estás así, pensativo?
-  Qué culo tienen algunos, ¿no?
- ¿Será que se lo merecen? Aunque hay cada hijo de puta que...
El Carancho hizo ademán de que la leña humeaba y se le irritaban demasiado los ojos. Entonces señaló la cacerolita de lata.
- Dale, pavo, sacala antes que se queme.

8 comentarios:

  1. "...Es preferible en algunos casos sucumbir a una ilusión entregando el alma en la búsqueda, que una lúcida estulticia."

    A veces la vida suele ser demasiado dura ... cruel , especialmente cuando no toca la carta ganadora pero a pesar de ello ... la ilusión , esa nadie nos la puede quitar.

    Me gustó mucho el cuento , realmente un placer leerlo amigo mío.
    Abrazobeso y que tenga linda semana.
    REM

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    1. ¡Gracias, querida Rem!
      Jovino y el Carancho son personajes reales que conocí (sobre todo Jovino, que murió hace unos 20 años, cuento esto en "La herencia de Jovino"). Al Carancho no lo ví más desde que erradicaron la villa. Trato siempre de pintarlos en los relatos lo mejor posible.
      Adonis Torre es inventado, lo puse también en otros posts como contrapunto, pero tiene elementos de personajes que conocí.
      Besos

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  2. No parecen tentadoras esa tortas fritas hechas con harina vencida y con gorgojos.
    Lo que es tentador de seguir es el planteo filosófico. Algo de mérito, aunque no sea por lucidez, debe tener el filosofo por conquistar a la Silvana.
    Saludos.

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    1. Probé esas tortas fritas y zafaban bastante. Eran peores cuando la grasa era vieja y se ponían un poco rancias.
      Cerca de Jovino y el Carancho vivía una pareja como la que describo, pero en la personalidad de Torre mando cosas que se me ocurren como para equilibrar a los locos.
      Abrazo

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  3. El realismo, el costumbrismo, el color local, dar la voz al oprimido, al olvidado, al que no puede alzar la voz: Éste es su género literario. Sépalo. Imprímalo.
    Pueble con estas cosas los anaqueles de su ciudad.
    Deje su legado en papel.

    Bueno, ya se lo he dicho algunas veces, ja ! suelo ser reiterativa...

    Besos.

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    1. Sí, lo haaaaaago...., dijo el Chavo.
      Ya dejé algo en papel, imprimí algunas cosas de acá. No estará para los anaqueles, peeero...
      Besos

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  4. Gran relato, tiene la sutileza perfecta para describir la situación de alambrados, canillas públicas y viejos lavarropas acondicionados.
    Apoyo la moción de ver tus relatos reunidos y editados en un volumen de papel.

    Abrazo cuervo!

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  5. Uffff, tendría, debería arreglarlos un poco y ver si me animo. Están un poco escritos a las apuradas, pero traté de rescatar algunas situaciones que a mí me marcaron bastante. Gracias y abrazo cuervo!!

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